martes, 31 de mayo de 2011

La mar de sensaciones.

He de reconocer que esta primera excursión fuera de nuestra localidad me  sorprendió agradablemente. No solo me contagié del entusiasmo que mostraron los peques cuando nos dirigíamos hacia el Aula del Mar, y se nos presentó ante nuestros ojos nuestro imponente Mar de Alborán sino que llegué a sentirme una más entre ellos.

Sobre el atalaya que nos suponía los asientos del autobús contemplábamos entusiasmados las olas y el azul intenso que lo caracteriza en los días soleados.

Nada más entrar en el lugar de destino, nos invadió todo un mar de sensaciones. El olor a marisma, los objetos marinos, el colorido de las aulas que lo componen y la atractiva decoración que envuelve a sus ambientes. La simpatía de las personas que nos recibieron y la confianza que sintieron los peques al poder oír el mar dentro de una caracola, acariciar las conchas, empuñar una espada hecha con la de un pez, saludar a las tortugas, gritar de gozo o espanto cuando la raya les obsequiaba con su pase, pegada al cristal,….

Si para cualquier malagueño, el mar le evoca recuerdos imborrables de su infancia, para los que hemos vivido los primeros años junto a este, muchísimo más. La sensación de la arena en los pies descalzos, el olor de la playa, la aspereza de las piedras, el tacto de los miles de tesoros que encontrábamos en la orilla, el olor de la candela y de las sardinas asadas, el tan-tan de tus pies al colarte en las barcas, el rumor de las olas junto al lejano eco de la canción del verano en la máquina tocadiscos del merendero cercano, aquellas ratitas hechas con conchas con las que obsequiaba año tras año a mis amigas francesas. Y si de verdad has vivido el mar,  es que  lo  has de vivido en todas las estaciones del año. Dormir cuando sopla el viento de levante sin ni siquiera inmutarte, valorar su belleza cuando se torna gris, reconocer la crecida del río cuando invade con su lengua marrón el azul de las aguas, descubrir la nostalgia de la playa desierta,…








Y si bastó, aquel día, para que un  montón de conchas, caracolas, cangrejos, calamares gigantes, fósiles misteriosos,…. tesoros iluminados por la luz de los ojos infantiles,  despertasen  esos lejanos recuerdos en mi mente... Observando a los pequeños  quietos cuando íbamos satisfechos, aunque cansados, de vuelta a nuestro pueblo. Me pregunte en silencio… ¿qué recuerdos conservaran nuestros niños de este, su primer año en el colegio?

A punto de concluir el curso con la llegada del verano ¿Serán capaces de evocar estos días en su mente de adultos? Seguramente no. Por la experiencia de años sé que la mente de los niños olvida fácilmente. Sé que cuando maduren no recordarán nada de estos momentos, pero también sé con certeza que la sensación dulce de haber sido felices seguirá persiguiéndoles siempre como parte de sus sueños.


sábado, 21 de mayo de 2011

Porque ya no es noticia…nuestras familias con Japón

En 2004, el 11-M se convirtió en una fecha fatídica quedando grabada para siempre en el corazón de los españoles. Muchos de nuestros sentimientos tuvieron ese día, un antes y un después. Desgraciadamente, descubrimos que el terror nos afecta a todos y todos podemos ser participes de él. Juntos hemos de combatirlo.
Nuestras familias con Japón

El pasado marzo, siete años más tarde, la fatídica fecha del 11-M ha marcado, esta vez, con aún más virulencia, al país de  Japón. Todos quedamos impactados ante la fiereza del terremoto que lo tambaleó, ante la desolación que sembró el paso del tsunami y ante la amenaza invisible pero implacable de la central nuclear de Fukushima. Una ola de tristeza como la que emergió del océano nos invadió a todos, no podíamos creer que fuese posible barrer ciudades enteras en un minuto, sesgar miles de vida en un segundo, cambiar todo un paisaje en apenas una hora. Tal vez la visión de aquella inmensa masa de agua envolviéndolo todo, nos resultaba incluso curiosa y espectacular, pero al mismo tiempo, sobrecogedora al sospechar como a su paso iba esparciendo, por los pueblos, la  muerte.
Nuestro tesoro para el Japón

Hoy, dos meses después, hemos de reconocer que Japón, en nuestra conciencia, va quedando algo atrás, relegado al fondo de nuestras memorias, como cuando despertamos de un mal sueño. Tal vez pensamos que  así  mitigamos la desgracia, fingiendo, simplemente, que no ha ocurrido nada. Otras noticias han ido tomando más relevancia en la prensa,…la muerte de Bin Laden, la marcha de Zapatero o el duelo Real Madrid-Barcelona, las elecciones… Ya apenas figura una breve reseña a pie de página sobre la lucha que va cobrándose víctimas muy lentamente pero de forma no menos cruel, en la Central Nuclear de Fukushima. Tampoco hablamos mucho sobre  la reconstrucción, que durará años,  de este país herido y mutilado.
Cada familia aporta su molino

Sin embargo, con motivo del Día de la Familia hemos querido traer a la memoria ese bello pero castigado país que es Japón. Esa gran isla que de pequeños nos infundía ciertos temores influenciados por películas americanas añejas, pero que, sin embargo, posee una profundidad en valores, un gusto por la belleza natural y una armonía de sentimientos que tanto puede enriquecernos a todos.

El molino de nuestra familia
Si meditamos bien, sabemos que  lo que arrastro el tsunami no fue a un montón de  desconocidos. El ambiente que se contamina de manera invisible pero sin piedad,  segundo a segundo, no envuelve a un montón de  extraños,…No, no se trata de personas anónimas, extras de una película, como aquellos indígenas que iban cayendo uno a uno por los precipicios en las películas de Tarzán, sin afectar para nada al guión.

Ya están nuestros molinitos colocados
El tsunami ha arrastrado a padres, madres, hijos, familias…Todos tiene su nombre. Ha destruido hogares… ¿Qué debe sentir una mujer embarazada en Tokio sabiendo que el aire que respira se contamina poco a poco?  La mayoría ni siquiera hemos sido  capaces de tomar un inofensivo analgésico cuando nos encontrábamos  en ese estado… ¿Qué debe sentir un padre o una madre que ha tenido a sus hijos pequeños cerca de Fukushima? ¿Cómo deben sentirse las familias que después de sobrevivir al horror del maremoto han tenido que abandonar su pueblo contaminado para aventurarse a un futuro incierto y no volver jamás? ¿Cómo debe sentirse la esposa, los padres, los hijos,… del que está luchando en la Central, sacrificando su vida, por el bien común? ¿Cómo se sentirá el que ha perdido un ser querido y no puede recuperar su cuerpo para, al menos así, aliviar su duelo? ¿Cómo han de sufrir los que, sintiéndose afortunado de recuperar el cuerpo de sus seres queridos, no han podido darle una sepultura digna según sus tradiciones y creencias?
Felices de regalar nuestro aire

No son desconocidos, son familias como las nuestras. Todo el género humano es familia. En los albores de la humanidad era así, ese es nuestro instinto, y así está impreso en nuestros corazones. Son personas que aman, que sufren, que han perdido la esperanza, que se debaten pensando como superar esto. Son mujeres embarazadas, madres lactantes, padres jóvenes cargados de ilusiones quebradas y padres maduros superando su cansancio, jóvenes que estudian su carrera, niños que sueñan con ser héroes,…Son familias que necesitan nuestra fuerza, nuestra solidaridad, nuestra alegría.
¿Una caja de zapato ... o un jardín zen?

Hoy nuestros pequeños han realizado un gesto sencillo para ayudar a las familias de Japón. Cada niño ha aportado un molinillo de viento, el molinillo de su familia. Los hemos puesto en nuestro patio. Cuando sople el viento, estos girarán y mandarán nuestro aire fresco a Japón, el aire de nuestra sierra, el aire de nuestra costa, el aire de nuestro pueblo…Nuestra brisa irá a Japón para que purifique el ambiente que se les ha ensuciado con el humo de  la “fabrica que se les ha roto”. Además vamos a crear un pequeño jardín Zen para todos y uno más pequeñín para que cada uno lo lleve a casa. Queremos recordar la belleza y la armonía que caracteriza a este país, para que no los olvidemos, hasta que consigan recuperar el entusiasmo y para que sepan que nuestras familias están con ellos, enviándoles nuestro cariño y apoyándolos con el corazón en la reconstrucción de sus vidas. 

Decoramos las cajas 
Todo es simbólico en nuestras concienzudas mentes de adultos, sin embargo, es real en la mente de los niños y por eso, estoy convencida de que  es posible. Cada vez que juguemos con nuestro jardín, cada vez que soplemos los molinillos, pensaremos en ellos y les mandaremos nuestro amor a las familias japonesas, porque la fuerza del corazón del  niño es la mejor palanca para impulsar el renacimiento de nuevas ilusiones. Es el manantial de donde brotan  nuestras fuerzas para continuar. Es  el mejor abono para hacer crecer la esperanza, la esperanza que, aún hoy, aunque ya no sea noticia, necesita Japón.

Preparando las tapas para los pequeños jardines zen

¡Nos ha quedado bien!

También hemos puesto nuestro jardín zen en el patio con los molinillos

Aprendemos a acariciar la arena y dibujar formas

Elegimos los elementos para nuestros pequeños jardincitos zen

Así me ha quedado...




Pues yo aún no he encontrado el equilibrio...

Cada uno hace un diseño especial.

Contentos con nuestro jardín japonés...

Lo mejor...nos los llevamos a casa.

El aire que están mandando nuestras familias al Japón ya ha llegado (ver enlace). Lo más bonito de esta actividad es que los niños y niñas, a su corta edad ,comprenden perfectamente lo que significa. ¡Son unos peques geniales!