Si alguna vez alguien me preguntase de que no podría prescindir para enseñar, diría que del “corazón de maestra”. Es cierto que ni siquiera la voz o las manos me serían tan imprescindibles como el “corazón de maestra”.
El “corazón de maestra” es el instrumento que conduce a sentir el palpitar del corazón de tus alumnos, a medir la intensidad de sus sonrisas, a interpretar sus gestos y actuaciones, a contagiarte de su elocuencia. Te ayuda a desear instruirles, transmitirles sentimientos, ayudarles a descubrir sensaciones o a empaparlos de emociones. A amarlos…
El “corazón de maestra” te orienta a redescubrir tu propia vocación cada día, a superar el cansancio de los años y tornarlo en entusiasmo inocente, a replantearte nuevos ideales, a admirarte con la multiplicación de resultados que los niños consiguen de tus expectativas, a atesorar perlas de sabiduría que transmiten los peques con su inteligencia inocente, a ver a través de ojos de niños lo que no aprecian unos ojos adulterados por el peso de la experiencia.
Como soy tan desordenada en todo y en mi mente, a veces he de ocuparme de ordenar las ideas también dentro del alma. Y también hago limpieza en mi “corazón de maestra” y saco aquella idea que ensombrece mi práctica, me deshago del lastre de experiencias amargas, de críticas injustas y de falsas alabanzas,…reviso las miradas y sonrisas, por años ya guardadas…el abrazo de Raúl, la mirada de Tatiana, el beso de Paquito y el dibujo de Ana,…Tantos, tantos, tesoros que enriquecen y sanan. Me desprendo de las derrotas que enturbiaron los ideales que me lanzaron a abrazar la docencia. Renuevo la osadía de creer en lo que hago, de amar el magisterio.
Pero siempre conservo, un tanto desgastada, un tanto deslucida, quizás algo manchada, mi vocación hacia la enseñanza. Y cuando acabo de desvestir mi esencia de maestra y siento mi vida renovada, pienso que aunque duela prefiero conservar la ingenuidad de mis primeros años, sentir que lo que hago es el camino más ilusionante, más lleno de ideales, más agradablemente sorprendente cada mañana que pasas con los peques, que construyo futuro, que, colaborando con las familias, siembro sus corazones de amabilísimos recuerdos que le harán convertirse en adultos felices y, ante todo, en sociedad solidaria.