Fundamentalmente, el objetivo a perseguir es que los peques usen esta materia de una manera lúdica y que su mentes se inicien en el rodaje del pensamiento lógico. Es como si encendiésemos una chispa interior que les condujese a encontrar el sabor a la capacidad de abstracción que nos conduce a traducir la realidad en signos y cantidades.
El uso de esta competencia habría de hacerse desde el interior, partiendo de la premisa de que es necesario comenzar desde la intuición del propio peque, conducirlo a descubrir nuevos retos que le ayuden a descubrir los secretos que encierra el razonamiento.
En los días anteriores repasamos la numeración, el orden en el que se presenta los cartones teniendo en cuenta el número de decenas, es sorprendente como captaron la idea rápidamente a pesar de su corta edad.
Lo pasamos muy bien cuando nos reunimos. Algunos niños estaban entusiasmados y expectantes. A unos pocos les costaba seguir el ritmo pero en general fue emocionante cuando se fueron cantando las líneas y los bingos, por mesas.
Aunque algunos no fueron buenos perdedores, sí hemos de reconocer que hubo unos magníficos vencedores. Cantaron su bingo con ilusión, se sintieron equipo y celebraron con alegría el triunfo de uno, compartido con toda la mesa.
Después nos comimos un bizcocho que nos regaló la mamá de Sara y a la que le agradecimos mucho su atención. Fue el mejor premio y lo mejor es que lo disfrutamos todos.
¿Quién venció? Realmente todos. Es curioso que tenía prometido regalarle unos tazos a los ganadores y sin embargo, ni siquiera me lo pidieron. Les bastó la compañía de sus seres queridos, el clima de amistad, la risa, la expectación... No saque la caja de los tazos, tal vez, porque sentía la palabra ¡bingo, bingo! resonar dentro y no quería apagar el eco. ¡Bingo por estos peques! Hoy he comprobado que comienzan a entender el valor de la amistad, la familia y la fraternidad.