sábado, 20 de octubre de 2012

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 En mis tiempos de estudiante de bachiller en la Universidad Laboral tuve la suerte de disfrutar de un ambiente muy favorable. Todos estudiábamos con beca por lo que el rendimiento era fundamental y el aprovechamiento máximo. Cierto día que trabajábamos con nuestro famoso profesor de dibujo artístico, gran artista y bohemio, éste nos planteo una cuestión: “un punto más para el que sea capaz de formularme la pregunta más inteligente…” Menudo chollo, no era fácil alcanzar una nota alta en esta asignatura ya que era bastante exigente, así que los más atrevido comenzaron a plantear preguntas como…”¿Cuál eran las claves del estilo de Picasso? ¿En que movimiento artístico podemos enmarcar a…? “.Y así poco a poco las preguntas se iban haciendo más complicadas aunque ya no las recuerdo. Yo me preguntaba si lo que planteaban era real y de dónde sacaban la base para inventar esas cuestiones. “¡Nada, nada, esa pregunta no es nada interesante, otro!” exclamaba sin cesar nuestro profesor, mostrándose impaciente. 

Después de un intenso bombardeo, por fin reino el silencio y el suave susurro de nuestros lápices deslizándose hábilmente por nuestros cuadernos.  Entonces fue cuando uno de los chicos allí presente le preguntó: ¿Profesor, es verdad que usted tiene dos perritos?” Todos miramos interrogantes al profesor, menuda la qué le va a caer encima. Durante unos segundos guardo silencio. Y de repente una amplia sonrisa se dibujo en su rostro y entonces exclamo: “Por fin, una pregunta interesante, no hay más que ver vuestras caras para deducir que os interesa la respuesta, esta es una pregunta adecuada a vuestra edad”. Todos quedamos sorprendido pero no podíamos negar la evidencia, aunque nos gustase jugar a ser mayores, realmente ésta era la única de las preguntas que había despertado nuestra curiosidad.

Comento todo esto para ilustrar lo que nos ocurrió en el curso pasado. Nos embarcamos en la aventura de estudiar el sistema solar y el universo, cada niño se ocupó en casa de uno de los planetas. Así nos iba a llegar información de tres o cuatro familias por cada uno de éstos. Y me imagino al papá o la mamá, que con su peque bien acostadito, ya entrada la noche,  que suspira y dice…”en fin, vamos a ponernos a hacer los deberes que me ha mandado la maestra”. Esta claro que para muchos niños fue así, porque no reconocían su trabajo, ni conocían el contenido. Por otra parte llegaron, en bonitos murales, datos inverosímiles sobre masa, densidad, componentes,…que yo al menos desconocía. Tal vez no supe manejar la información correctamente pero comprobé que el interés de mis alumnos no solamente no despertó, sino que casi muere en el intento. Únicamente se detenían en  los datos anecdóticos como la razón de ese color, la diferencia de tamaños,…pero el interés máximo surgía cuando les contaba aventuras con personajes visibles como el viaje de la perrita Laika, las formas de las constelaciones, el funcionamiento de un cohete, las peculiaridade s del traje del astronauta…

A menudo, cuando emprendemos nuevos proyectos tendemos a  sustituir contenidos muy significativos para el niño y con un alto nivel de fantasía  por otros que, bajo la apariencia de más elevados y constructivos, hacen perder al niño todo su interés. No hacemos más que sustituir contenidos por contenidos, sin tener en cuenta la motivación. Esto, en cierta manera carece de sentido ya que la enseñanza siempre ha de tender a mejorar el proceso de adquisición de conocimientos, debe proporcionar estrategias para manejar la información, debe despertar el interés por ampliar nuestro conocimiento…lo importante no es tanto lo que aprendamos sino cómo lo aprendamos. 

En nuestro caso, lo importante era que los niños buscasen la información, tomaran sus anotaciones, reflejaran sus hallazgos en su exposición,…en una palabra, el objetivo era  “adquirir información sobre cómo conseguir información”. Conseguir despertar una curiosidad que conduzca a una actitud de búsqueda. Por ejemplo, solamente enseñaremos a usar un diccionario como herramienta esencial si lo usamos en casa habitualmente para responder a las dudas, sobre el idioma, que surjan en el marco familiar.

Contenidos que no vayan revestidos de trabajo en grupo, desarrollo de la creatividad, motivación para la investigación, mejora de la afectividad,…no serán más que fichas y más fichas, más individualidad compartida, menos significatividad, mayor distanciamiento entre la mente infantil y el curriculum. Tal vez hemos de arriesgarnos a formular preguntas a los peques, como la de mi profesor, que nos ayude a descubrir quienes, cómo y qué son  los niños y niñas que educamos día a día en nuestras tutorías.

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