En mis tiempos de estudiante de bachiller en la Universidad Laboral tuve
la suerte de disfrutar de un ambiente muy favorable. Todos estudiábamos con
beca por lo que el rendimiento era fundamental y el aprovechamiento máximo.
Cierto día que trabajábamos con nuestro famoso profesor de dibujo artístico,
gran artista y bohemio, éste nos planteo una cuestión: “un punto más para el
que sea capaz de formularme la pregunta más inteligente…” Menudo chollo, no era
fácil alcanzar una nota alta en esta asignatura ya que era bastante exigente, así
que los más atrevido comenzaron a plantear preguntas como…”¿Cuál eran las claves
del estilo de Picasso? ¿En que movimiento artístico podemos enmarcar a…? “.Y
así poco a poco las preguntas se iban haciendo más complicadas aunque ya no las
recuerdo. Yo me preguntaba si lo que planteaban era real y de dónde sacaban la
base para inventar esas cuestiones. “¡Nada, nada, esa pregunta no es nada
interesante, otro!” exclamaba sin cesar nuestro profesor, mostrándose
impaciente.
Después de un intenso bombardeo, por fin reino el silencio y el
suave susurro de nuestros lápices deslizándose hábilmente por nuestros
cuadernos. Entonces fue cuando uno de
los chicos allí presente le preguntó: ¿Profesor, es verdad que usted tiene dos
perritos?” Todos miramos interrogantes al profesor, menuda la qué le va a caer
encima. Durante unos segundos guardo silencio. Y de repente una amplia sonrisa
se dibujo en su rostro y entonces exclamo: “Por fin, una pregunta interesante,
no hay más que ver vuestras caras para deducir que os interesa la respuesta,
esta es una pregunta adecuada a vuestra edad”. Todos quedamos sorprendido pero
no podíamos negar la evidencia, aunque nos gustase jugar a ser mayores, realmente
ésta era la única de las preguntas que había despertado nuestra curiosidad.
Comento todo esto para ilustrar lo que nos ocurrió en el
curso pasado. Nos embarcamos en la aventura de estudiar el sistema solar y el universo, cada
niño se ocupó en casa de uno de los planetas. Así nos iba a llegar información
de tres o cuatro familias por cada uno de éstos. Y me imagino al papá o la
mamá, que con su peque bien acostadito, ya entrada la noche, que suspira y dice…”en fin, vamos a ponernos a
hacer los deberes que me ha mandado la maestra”. Esta claro que para muchos niños
fue así, porque no reconocían su trabajo, ni conocían el contenido. Por otra
parte llegaron, en bonitos murales, datos inverosímiles sobre masa, densidad, componentes,…que yo al
menos desconocía. Tal vez no supe manejar la información correctamente pero comprobé
que el interés de mis alumnos no solamente no despertó, sino que casi muere en
el intento. Únicamente se detenían en los datos anecdóticos como la razón de ese
color, la diferencia de tamaños,…pero el interés máximo surgía cuando les
contaba aventuras con personajes visibles como el viaje de la perrita Laika, las
formas de las constelaciones, el funcionamiento de un cohete, las peculiaridade s del traje del astronauta…
A menudo, cuando emprendemos nuevos proyectos tendemos
a sustituir contenidos muy
significativos para el niño y con un alto nivel de fantasía por otros que, bajo la apariencia de más
elevados y constructivos, hacen perder al niño todo su interés. No hacemos más
que sustituir contenidos por contenidos, sin tener en cuenta la motivación.
Esto, en cierta manera carece de sentido ya que la enseñanza siempre ha de
tender a mejorar el proceso de adquisición de conocimientos, debe proporcionar
estrategias para manejar la información, debe despertar el interés por ampliar
nuestro conocimiento…lo importante no es tanto lo que aprendamos sino cómo lo
aprendamos.
En nuestro caso, lo importante era que los niños buscasen la
información, tomaran sus anotaciones, reflejaran sus hallazgos en su
exposición,…en una palabra, el objetivo era “adquirir información sobre cómo conseguir
información”. Conseguir despertar una curiosidad que conduzca a una actitud de búsqueda. Por ejemplo, solamente enseñaremos a usar un diccionario como herramienta esencial si lo usamos en casa habitualmente para responder a las dudas, sobre
el idioma, que surjan en el marco familiar.
Contenidos que no vayan revestidos de trabajo en grupo,
desarrollo de la creatividad, motivación para la investigación, mejora de la
afectividad,…no serán más que fichas y más fichas, más individualidad
compartida, menos significatividad, mayor distanciamiento entre la mente
infantil y el curriculum. Tal vez hemos de arriesgarnos a formular preguntas a los peques, como la de mi profesor, que nos ayude a descubrir quienes, cómo y qué son los niños y niñas que educamos día
a día en nuestras tutorías.
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