miércoles, 24 de noviembre de 2010

El otoño, una experiencia sensorial.

El otoño ha llegado a nuestra clase. Con la colaboración de las familias, hemos transformado nuestra aula en un maravilloso bosque. Los niños han aportado bolsas grandes llenas de hojas secas que han recogido con ilusión de parques y jardines.
Seguramente, era la primera vez que tenían algo que les resultaba realmente interesante para llevar a la escuela. En sus manos, un tesoro que les llenaba de intriga. ¡Menuda sorpresa cuando me vieron volcar, una a una, las bolsas sobre el suelo de nuestro “rincón de aprender a aprender”!
Pronto, un penetrante olor a campo inundo el saloncito. Los niños se lanzaron a jugar con las hojas. Primero, las pisaron tímidamente. Después, cuando notaron el crujir bajo sus pies y que  no les estaba prohibido,...con entusiasmo y decisión.
Si cerrábamos los ojos podíamos oír las pisadas de los animales en el bosque, del decidido príncipe justiciero  o de los indios en  emboscada. Sólo ellos saben lo que  su imaginación infantil les dictaba.
Después se sentaron sobre ellas, las lanzaron hacia el aire. Veían como algunas planeaban mientras  otras caían rápidamente hacia abajo. Comparamos colores, texturas y tamaños. Alguno guardó alguna muestra como recuerdo en el bolsillo… ¡Pobre del que vacíe bolsillos para meter en la lavadora!
Al final, algunos cansados se sentaron tranquilamente sobre ellas y las cogían acariciándolas o estrujándolas para convertirlas en polvo. Algunos hacían cosquillas a los otros con las resistentes hojas de ficus. 
Por último, los papás y mamás del cole, nos invitaron a una castañada junto a una degustación de frutas carnosas del otoño. Entonces pudimos saborear el otoño porque comernos las hojas hubiese sido un poco indigesto y peligroso.

Tres días intensos en los que el “rincón de aprender” se convirtió en el favorito. No les llegaba la hora en que les permitía ir a visitarlo. Nunca hubiese sido capaz de explicar a los niños con fichas como huele el bosque, ni como suena el crujir de tus pasos en su espesura, ni cuantos matices tienen el marrón y el amarillo, ni las caprichosas formas con las que la naturaleza nos obsequia en esta estación tan bella.

Pero sobre todo, obtuvimos la alegría de que por primera vez los niños dejaron atrás los temores en  su recién estrenada escuela,... por primera vez dejaron de ser aquellos niños que añoraban su hogar en cada nuevo paso,... por primera vez, descubrieron que la escuela les aporta sensaciones que merecen la pena. Por primera vez, fueron grupo. Ahí están ya… tenemos las raíces que forjarán una relación que durará al menos nueve años.

Tener que andar barriendo y recogiendo hojas, limpiando el polvo, sacudiendo melenas,… mereció la pena. La recompensa llega cuando, al abrir la puerta para entrar del recreo, la brisa trae el olor de una poda cercana, entonces oyes un pequeño que  dice con entusiasmo: “Seño,…huele a otoño”.




1 comentario:

  1. Isabel López Burgueño1 de diciembre de 2010, 10:04

    ¡¡Hola Mari Carmen!! Ya te he encontrado en la red y quiero felicitarte por tu blog.De ahora en adelante voy a seguir con interés todas tus publicaciones.
    Enhorabuena y seguro que nos va a servir de muchísima utilidad tanto a padres como al profesosado.
    Isabel

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