jueves, 7 de julio de 2011

Hacer verano es hacer familia

Taller de sal
Si bien el verano acababa de asomar en nuestro calendario, sentíamos su influencia desde hacía unas semanas. La eminente llegada de las vacaciones, toda la preparación de la fiesta de fin de curso, el trasiego de ropa y calzado veraniego, la preparación de las salidas o viajes… nos sumerge en una estación que muchas veces más que relajarnos nos estresa más.

Taller de pompas
No podíamos acabar el curso sin cerrar nuestro ciclo de estaciones. Aunque un tanto apretados, por las fechas (el curso terminaba el día veintitrés de junio), deseaba que el taller se celebrase realmente en verano. Teníamos que lograrlo.

Taller de agua
Ante la opción de realizarlo sola con los peques o de que los padres y madres acudiesen a colaborar, muchos estaban dispuestos a participar y tenían disponibilidad para ello. Así que manos a la obra y a aportar cada uno lo que una servidora va demandando por aquí y por allá. Esa colaboración anónima y secreta no tiene precio y es de un valor incalculable. Personalmente he de decir que cuando ves a unos padres colaborar, casi a ciegas, en aquello que le solicitas, sientes una gratitud enorme porque esa confianza que ponen en aquella actividad que programas para sus hijos se traduce en una en un estímulo energético que te impulsa a andar planeando la siguiente actividad antes de haber acabado la primera.

Con ayuda, todo es fácil
Por otra parte, los padres y madres aprecian el valor de la tarea y, de esta forma, apoyan conscientemente o inconscientemente los aprendizajes en casa, con sus preguntas, con sus aclaraciones y en muchos casos con sus investigaciones y ampliaciones de los temas en familia. Les estamos mostrando que realmente nos interesa lo que aprenden en el colegio, sin darnos cuenta, vamos inculcando en ellos el valor de la cultura, la investigación y el trabajo en grupo.

Hicimos tres grupos de niños. Y se montaron tres talleres simultáneos. Dos en el patinillo y uno en la clase.
Tenían que rotar cada media hora, aproximadamente.

A ver quien lo consigue
El primero de nuestros talleres era de sal. Con ayuda de los mayores fueron tintándola de colores con tizas y llenando pequeños recipientes. Me hubiese gustado encontrar algo más apropiado pero al final, tuvimos que usar copas de champán desechables de plástico. No obstante, el resultado me pareció espectacular. Una idea genial para copiar y decorar la mesa para cualquier ocasión especial, con ayuda de nuestros peques.

Con espuma el agua es más "diver"...
Tuvimos también un taller de pompas o burbujas, como las llaman en otros países latinos. No dimos con la proporción exacta de jabón, agua y glicerina por lo que no pudimos realizar las pompas gigantes con las que había soñado. Queda pendiente para otra ocasión porque esta espinita no me la dejo clavada. Realmente el verdadero fracaso estuvo en mi orgullo malherido más que en otra cosa, porque los niños se lo pasaron de lo lindo soplando para levantar espuma, creando sus burbujas al aire, haciendo pompas gigantes sobre la mesa y dejándose hacer algunas, sobre sus barriguitas.

¡Una pompa en mi barriga!
Por último, el taller estrella era el de agua con experiencia de flotación. Con una piscinita pequeña en la que no acabaron dentro por muy poquito, pero con la que se remojaron a gusto, salpicaron, flotaron barquitos, patitos, cocodrilos y hasta arañas acuáticas. Como remate, haciendo tímidas incursiones a la zona del taller de pompas, acabaron llenándola de jabón. Lo pasaron en grande, salpicándose y refrescándose.

Menudo banquete que nos espera
Al final nos dimos el banquetazo veraniego. No nos hicieron falta ni refrescos, ni helados, ni cervezas "cero cero". Tomamos lo que nos ofrece el terreno en esta época, lo más sano y natural, la fruta. Sandías y melones, que escogieron con cariño para nosotros el papá y la mamá de Pedro, dulces y deliciosos.  Creo que la traca final fue la sorpresa de la aparición nuestro cocinero Sebastián , que se ofreció amablemente a ayudarnos. Trinchó dos sandias enormes y un melón en menos de un minuto. Y a disfrutar… aunque para algunos peques parecía difícil superar la aversión por la fruta, al final todos la probaron y disfrutaron de las delicias de su fresco paladar. Los mayores que habíamos sudado lo nuestro corriendo de aquí para allá, también tuvimos nuestra recompensa merecida y disfrutamos aún más si cabe, saboreandolas al mismo tiempo que veíamos comer a los peques, deleitándose con la jugosa fruta, mientras ríos de néctar rosado resbalaban despacio por sus mejillas y barrigotas.
A algunos les cuesta probar...

Una manera de comenzar nuestro verano demostrándonos que es fácil buscar entretenimientos sencillo para los niños, sin necesidad de visitar Euro Disney,... que cualquier actividad con el papá y la mamá puede convertirse en una celebración, que el buen tiempo invita a disfrutar más de las familias, a compartir con amigos. Que no es necesario elaborar platos complicados para compartir un manjar delicioso en un ambiente festivo y fraternal.

Ahora nos toca descansar de prisas y rutinas, disfrutar y sobre todo, compartir nuestro tiempo con los peques. Y que no se diga, hacer verano es hacer familia,…abramos nuestra página familiar compartiendo nuestros gozos, pequeños logros, nuestros dificultades, nuestras sencillas actividades,…esas pequeñas cosas cotidianas que hacen grande nuestra vida y una vida grande no es cosa pequeña.
Dulce, fresquita  y deliciosa...

También pintamos manzanas para nuestro árbol...ya tiene fruto.

Al día siguiente terminamos la fruta...menuda despedida