Estas son preguntas que suelen formularme bastante a menudo.
Tal vez sorprenda un poco que, después de trabajar toda la mañana con
veintisiete peques, me marche a casa y continúe la jornada con cinco hijos,
tres de ellos todavía pequeños.
Quejas aparte, que surgen casi siempre fruto del cansancio,
he de decir que puedo sentirme afortunada. Afortunada porque me gusta mi
trabajo, cosa muy de agradecer hoy día. Por otro lado, aún en los días más
negros, puedo decir que siempre me llevo a casa algún regalo. Ya sea material, como ese dibujo en papel arrugado, donde pone “Mari Carmen, te quiero, eres la
mejor” y todo ello con faltas de ortografías incluidas de propina. También muchos regalos
en forma de enriquecimiento personal como la satisfacción de ver avanzar a ese
que no llega, de ver integrado en el grupo a aquel que no se relaciona, de
ver normalizada la vida escolar de los que tienen alguna dificultad,…y sobre
todo desarrollar, día a día, grandes dotes de paciencia, dándote
trompazos y probando en cada instante tu insuficiencia pero, al mismo tiempo, autoretándote a probar una y otra vez.
¿Qué ser antes "madre o maestra"? Por supuesto que en mi
escala de valores estará siempre el “ser madre”. Esto por muchas importantes
razones. Una de ellas porque los mejores cursos de perfeccionamiento de mi magisterio lo
hice con mis hijos como profesores. Con ellos perfeccione mis conocimientos sobre
las emociones, los sentimientos, la tolerancia, el convertir las deficiencias
en encantos, aceptar sus derrotas y celebrar sus triunfos, llorar y reír con
ellos, ordenar mi escala de valores, especializarme en priorizar,…
No cabe duda que el "ser madre" ha marcado mi "ser maestra". No obstante, también he de admitir que no soy “maestra o madre”
sino “madre y maestra”. Que no puedo evitar eso que algunos llama “deformación
profesional” y que yo no puedo llamar de otra forma que “vocación”, o si lo
prefieren “misión”. Que cuando estoy con mis hijos me surge la vena didáctica
que llevamos todas las madres y que nos conduce a explorar el mundo del
conocimiento con ellos. Así mismo, tampoco puedo evitar querer a mis alumnos y
alumnas con corazón de madre, sufrir con sus problemas, desear lo mejor a sus
familias, enorgullecerme de sus logros y lamentar sus tropiezos…En definitiva, ser madre me ha ayudado a ser la maestra que quiero ser y a considerar como pilares fundamentales en mi práctica educativa: la afectividad, el aprendizaje colaborativo y la creatividad. Tres pilares en los que es fundamental la aceptación del niño como persona y no como un número o una operación exacta que siempre tiene que cuadrar de la misma forma.
Madre y maestra…madre y enfermera…madre y limpiadora…madre y
administrativa…madre y comercial…madre y vendedora...
Qué el ser madre siempre nos enriquezca y anime a poner
nuestro granito de arena para levantar este mundo que puede llegarnos a parecer
decadente pero que sigue girando gracias, en gran parte, al amor incondicional de las madres.
¡Felicidades en este día!
Hola! Acabo de encontrar tu blog y la entrada me ha encantado, es muy interesante y por eso me quedo en tu blog como seguidora, tiene que ser una experiencia muy satisfactoria trabajar con niños pequeños y a la vez con tus cinco hijos en casa, sólo decirte con retraso, ¡feliz día de la madre! te leo y un saludo!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita. También tienes un blog muy interesante. Hasta pronto.
EliminarSIMPLEMENTE ESTOY ENCANTADA DE QUE SEAS SU MAESTRA. HEMOS APRENDIDO TODOS MUCHO CONTIGO. GRACIAS.
ResponderEliminarY yo encantadísima de tenerlos. Todos aprendemos de todos. Gracias a vosotros
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