domingo, 16 de septiembre de 2012

¡Qué no nos recorten la ilusión!


Casi diariamente recibo en el correo notificaciones de amigos y compañeros en los que se hace referencia a los recortes que venimos padeciendo todos los que trabajamos en el sector público a consecuencia de esta crisis que padecemos en Europa.
No estamos enfadados...

Con buenas intenciones esos mensajes tratan de sacudirnos, de hacernos reaccionar,…pero en la mayoría de los casos nos llenan de desilusión, de rencores, de desesperanza. Críticas a unos por sus reivindicaciones con la que está cayendo. Impotencia de los otros que no pueden hacer frente a sus economías ya que éstas tampoco le permitieron atesorar en los tiempos de bonanzas que otros disfrutaros a lo grande. Y mientras tratamos de mirar quién puso más, el país no levanta.

...hacemos muecas y nos divertimos.
Pensando en este tema, recordaba mis primeros tiempos como maestra. Trabajaba en el barrio de la Palma-Palmilla. Entonces, allí no había crisis, vivíamos una crisis perpetua. En aquellos tiempos, y no hace tantos años, el material debía ser aportado exclusivamente por los padres y la escuela  carecía de recursos. Era simbólica la cantidad que percibíamos para el aula. Apenas daba para unos rotuladores permanentes y algunas cartulinas. La mayoría de los padres no tenían en sus prioridades colaborar con la escuela. Sin embargo, nuestro edificio que era exclusivamente de Infantil, Prescolar entonces, había sido, no recuerdo por qué, privilegiado y bien dotado en alguna época lejana. Y en una especie de trastero se encontraba el recuerdo de aquellos buenos tiempos. Claro que lo que realmente allí veíamos era una montaña de no sabíamos qué tesoros, almacenados descuidadamente en cajas, bolsas, por el suelo o los estantes, una capa de polvo de varios milímetros y telarañas. También abundaban las cagaditas de ratones por lo que presuponíamos que era un paraíso para estos, ratolandia auténticamente. Así que por culpa de estos insolente animalitos fuimos posponiendo meses la excavación de este yacimiento didáctico. Por fin llego el día en que armadas de valor y de dos escobas que sostenían las limpiadoras desde fuera, fuimos desmantelando el inmundo cuartillo. Los roedores huían despavoridos por la puerta para encontrarse con la muerte a un solo golpe de escoba. Mientras, con más asco que miedo, las maestras íbamos descubriendo cajas, bolsas hasta que el trastero quedo vacío. Limpiamos  las estanterías y todavía nos quedó la tarea durante varios días de limpiar el material en su mayoría de madera, clasificar piezas, montar puzles, juegos, ábacos, construcciones,…desechar lo deteriorado.

No entendemos de recortes...
Por fin conseguimos tener nuestros recursos en orden, juegos para las clases y un material común en el cuartillo, antiguo pero útil. Compramos también un par de radiocasetes para compartir entre todas, de eso que parecen que están metidos en una olla cuando funcionan, pero que nos sonaba a gloria para las actividades musicales. Nuestra ilusión, al ver la habitación de material, era visible. Todas con una sonrisa nos dimos por satisfechas.  Y allá que nos veíamos pasillo arriba, pasillo abajo, llevando nuestro material de la clase al trastero y del trastero a la clase.

Pasaron unas semanas, parecía que aquello había sido siempre así, que siempre habíamos dispuesto de ese material.  Nos acostumbramos a registrar las salidas de material en una tablilla que colgaba de la puerta, para que cualquiera pudiese disponer de lo que necesitase en todo momento. ¡Y bien que lo hacíamos!

Cuando un día, al llegar al colegio grande, nos dicen que habían robado en el pequeño, el nuestro. Marchamos hacia allá, sin saber que nos íbamos a encontrar, y cual fue nuestra desilusión… el cuartillo era una montaña de deshechos, tal vez, así llegó a ser lo que encontramos la primera vez, todo estaba en el suelo, no quedaba una caja compuesta, los radiocasetes habían volado. Eran esos, los  tiempos que vivíamos,  seguramente que su importe correría por la vena de alguno que envenenaba así su cuerpo y nuestros sentimientos.

En medio de esa desolación, unas dirigían las miradas a un sitio, otras a otro, buscando con la mirada su material favorito…pero estábamos perplejas y en silencio. Cuando de pronto, una de ellas viendo la expresión de gravedad en nuestros rostros, dando un suspiro exagerado, dijo con tono más burlón que serio: “Nos han robado la ilusión”. Por un momento no hubo reacción y de repente todas arrancamos a reír y con esa explosión de energía nunca surgió una sola lamentación. Comprendimos que eso, la ilusión, nunca podrían llevárnoslo. Y que eso era lo realmente importante y valioso.  Días más tarde todo volvió a su cauce y con las gargantas algo más cargada por los cantos, continuamos disfrutando de lo que más nos unía…, nuestro compañerismo, nuestro amor por la enseñanza y  nuestros peques.

¡Ánimo comunidad escolar, que no nos recorten la ilusión, de peores hemos salido, tenemos lo más importante, nosotros mismos, y hemos de demostrar que lo valemos!




¡Qué ver esto todos los días no tiene precio...!