jueves, 26 de julio de 2012

Los abuelitos están de fiesta.


Hoy en muchos lugares se celebra el día de los abuelos y abuelas. No he podido evitar recordarlos de una manera especial.

En primer lugar a mi abuela Filo, la única de mis abuelos que conocí.  Pasaba sus horas inclinada con su aguja, sobre esa tela que convertía en un abrir en cerrar de ojo en un modelo casual, un traje de fiesta, un vestido de novia, el abrigo más elegante o lo que se terciara. Apasionada por la moda, buscadora de la originalidad en sus modelos, cortadora con la única técnica de visualizar patrones imaginarios en su mente prodigiosa, trabajadora incansable,… Arrastrando, como todos nuestros abuelos, las penas que  prendió, en su corazón, la triste historia de nuestro país. Podíamos contar sus momentos felices, muchos de ellos, evocando tiempos felices de juventud en los que, todos los suyos, vivían cargados de ilusiones y esperanzas.

También recuerdo hoy a todos esos abuelos y abuelas que continúan dedicando su vida a sus hijos y nietos. Siendo protagonistas y héroes en los corazones de nuestros peques.
Algunos de estos abuelos han pasado por nuestro cole, ya sea para recoger a los chiquillos o para participar en las actividades y talleres. Otros han pasado, frecuentemente,  con el corazón de los niños que cuentan anécdotas, experiencias y habilidades de sus mayores. Los abuelos y abuelas siempre han despertado pasiones en nuestra "Casita de Miguel".

Recuerdo en concreto…
… a la abuelita de Pablo que estando tan enfermita nos acompaña con su dolor.
… los abuelos de Lucía Ma. que no cejan de ayudarnos aportándonos las cajas para los proyectos, que  pintaron el nombre de cada uno en las mochilas, nos hicieron los trajes de angelitos y nos acompañan a menudo en los talleres,
…los abuelitos de Emilio que le acompañaron y apoyaron con su cariño cuando la mamá tuvo que marcharse para completar los estudios y a su abuelito de Finlandia, que lo acompaña desde la distancia y lo enseñó a usar la pala quitanieve.
…la abuelita de Samuel que compartió con el algún tiempo mientras sus papás resolvían su nueva vida en España.
…Beli, la abuelita de José Manuel, a la que conozco desde siempre, y que me evoca tantos recuerdos de mi infancia. Y sus bisabuelos, la señora Pepita y Manolo, que ejercieron, en cierta manera, de abuelos con la trupe que formábamos  mis hermanos y yo. Nunca les faltó una sonrisa cariñosa para nosotros a pesar del estruendo que como familia numerosa ocasionábamos. Aún conservo su regalo de boda, más que por su valor porque aún conserva la esencia del cariño a través de los años.
…los abuelitos de Andrés y María que nos obsequian con su alegría cuando viene a recogerlos.
…la abuela Mora de Keisa y María, a la que tanto quieren y evocan.

…Y, por último,  una abuela muy, pero que muy especial, MªCarmen, la abuelita de Hugo, más conocida entre los peques como "Ela". Nuestra maestra de Religión. Muy especial porque, al final, de alguna manera se ha convertido en la abuela de todos los peques de nuestro grupito, incluido los que cursan  alternativa. No solamente nos ha acompañado en sus horas de clase sino que también nos ha dedicado, en más de una ocasión, su reducción de jornada para dedicarnos la hora cuando ha habido talleres, actividades especiales o la hemos necesitado.

Nuestra Ela, MªCarmen, mi compañera, se nos marcha. Le ha llegado el momento de dedicar su vida a otras actividades y abandonar el mundo laboral. Sabemos que no va a ser descanso sino un cambio de lugar para seguir dándose a su familia y a quien la necesite. Por ello me gustaría dedicarle especialmente esta entrada y dejar constancia así del cariño que nos deja. Seguirá unida a nuestro grupo porque forma parte de nuestra pequeña comunidad de la Casita de Miguel, siendo la abuela de Hugo,  y por ello, esperamos que nos siga acompañando  en talleres o celebraciones.

¡Un abrazo a todos los abuelos y abuelas!

¡Un hasta siempre para Mª Carmen y un abrazo, de todos los peques!

¡Te queremos, Ela!

martes, 3 de julio de 2012

Un paréntesis para practicar judo.


Un grupo de simpáticos judocas.
En uno de nuestros últimos días de clase hemos recibido una visita muy especial… Jorge, un judoca muy especial para mí, nos ha dado una lección de este deporte.

Conseguimos transformar el suelo de nuestra clase en un auténtico tatami y nuestros sudores  nos costaron, pues el gimnasio estaba ocupado con las actividades de clausura del curso y tuvimos que subir todas las colchonetas. No fue un trabajo fácil porque para los peques supuso bastante  esfuerzo ya que son grandes en proporción a su tamaño, pero tampoco resultó demasiado difícil ya que cada vez les resulta más simple realizar tareas en grupo y los niveles en competencia social, en la mayoría de ellos, van alcanzando cotas cada vez mayores.

Si no se realizaran este tipo de actividades jamás conseguiríamos conocer realmente a nuestros alumnos. Las nuevas exigencias educativas nos demandan, ante todo, que ayudemos a los peques afrontar situaciones nuevas, siendo capaces de extraer nuevos conocimientos y, sobre todo,  aplicar con efectividad las habilidades trabajadas. Realmente no se trataba de una actividad meramente lúdica. Si bien es cierto que resultó bastante divertida para los niños trabajando, a su vez, objetivos muy concretos.

En primer lugar,  los peques que muy frecuentemente imitan la violencia que digieren en sus series favoritas, descubrieron el combate como deporte y la necesidad del acatamiento de unas normas, del autocontrol, del respeto del contrario, del valor de la lucha como medida de nuestras propias fuerzas y autodisciplina.

En segundo lugar, disfrutaron de un objetivo común. Batieron el record de los record montando y recogiendo el tatami. Despejar la clase para realizar proyectos, es ya una rutina en nuestra aula. Realizaron un auténtico trabajo de grupo que consiguió  reafirmarme en la idea de que el lío, que se suele formar en clase cuando nos desprendemos del tan cómodo trabajo individualista, merece la pena.

En tercer lugar, se consiguió romper con prejuicios y esquemas mentales fuertemente adheridos. Algunos se negaban a quitarse los zapatos porque sus mamás le tenían prohibido hacerlo. Repetían las palabras japonesas como si dominasen el idioma (¡oh, no todo es español e inglés!).  La mayoría de ellos estaban seguros de que saldrían de esa clase convertidos en auténticos cinturones negros sin necesidad de mucho esfuerzo. Y que larga se les hizo la espera a algunos hasta que se enfrentaron cuerpo a cuerpo.

La lucha se convirtió en una diversión, no hay más que ver sus caritas. Comprendieron que pueden hacer eso que, a como cachorros, les gusta hacer pero con autocontrol, cortesía y sonrisas.



Muchas gracias por la gentileza a Jorge, del cual  tengo la suerte de ser madre, que se acercó a saludar y a brindar su sabiduría a estos peques que lo ven poco menos que como el famoso “primo de zumosol”.  Me gustaría animar a todos los papás y mamás de nuestra pequeña comunidad  a que se gocen de sus hijos, viéndoles crecer día a día, disfrutando de las alegrías que nos proporcionan en cada etapa que comparten en nuestras vidas.