domingo, 30 de octubre de 2011

Paseando con las estrellas (II)

Mi espacio… nuestro espacio.

A menudo pensamos que poco vale la visión que los niños pueden darnos de las cosas. Creemos que su pensamiento habría de ser como el nuestro pero en chiquitito y por eso tratamos de explicarles nociones transcendentales,  conceptos abstractos o temas que nos resultan embarazosos apoyándonos en  semillitas, mundos de color azul,…o simplemente evitando temas que no podemos siquiera explicarnos a nosotros mismos.

No obstante, hemos de considerar que ellos tienen una forma particular de ver el mundo. En muchas ocasiones he tenido la suerte de encontrarme con algún sabio de tres años que me ha revelado secretos que mi concienzuda y lógica mente de adulto jamás hubiese sido capaz de descubrir: la forma de caminar de aquel amigo, el tono levemente rosado de aquella flor que percibía simplemente blanca, el humor de aquellos adultos que nos visitan, …Son capaces de percibir nuestro estados de ánimos incluso antes de que nos percatemos interiormente de ellos y de descubrir con un simple golpe de vista que el sol brilla en nuestro corazón esa mañana.

Es el mundo, el espacio… lo que nos presentan hoy. Su espacio es  nuestro espacio. Un planeta en el que solo cabe su familia. Una tierra en la que todo es de color de rosa. Un sol de tamaño de bolsillo. Un eclipse que más que oscurecer nos ilumina. El mundo que parece una pelota. Movimiento, cohetes, seres extraños, el vacío y el silencio. Tierra de fuego, color y calor. Un planeta en mis manos…

Antes de que sus mentes infantiles se llenen con el nombre de cometas, constelaciones extrañas, planetas de variados colores, estrellas que se mueven o nos guían a través de los mares, tamaños, proporciones, movimientos exactos,…quisiera que pensáramos un momento que el sol no puede ser más grande que la tierra; que la tierra no puede verse de otra forma, desde un cohete, que llena de colores; que aparte de los hombres habrá otros seres que no son tan extraños; que el mundo podría caberme en una mano; que la tierra la pueblan tan sólo los que amo;…