viernes, 24 de septiembre de 2010

Diga las y los…Señorita

Quisiera, ante todo, aclarar una cuestión para no ser tachada de sexista. Ustedes valoren y que les aproveche. Como recientemente han aconsejado fehacientemente nuestros académicos, conservaré, a no ser que exista peligro de confusión en los textos, la forma neutra similar a la masculina “los” para designar a ambos sexos. Así cuando diga, por ejemplo, “los padres” se entenderá que me refiero a ambos progenitores: padre y madre. Cuando me refiera a “los niños” me referiré tanto a niñas y niños, aunque si he de referirme a los del sexo masculino añadiré la palabra, tan bien sonante para las abuelas, “varones”.
No me gustaría dejar en el aire una aclaración de esta, mi postura, para el que tenga la paciencia y el gusto de leer mis argumentos. Realmente creo que los textos, a no ser que el autor tenga necesidad de resaltar alguna  idea, han de carecer de redundancias y repeticiones muchas veces absurdas. Todos estamos capacitados para entender el idioma porque lo hemos usado así durante siglos. Y, como mujer no me siento discriminada cuando se me incluye en el grupo de los compañeros, de los amigos, de los padres, de manera genérica.
Tal vez, deberíamos de pararnos a reflexionar que el sexismo muchas veces no procede de nuestras palabras, ni de nuestras acciones, ni siquiera de nuestros pensamientos, sino realmente procede de lo que somos. Por ello, nunca he dudado que ser mujer es genial, es más, considero que fue lo primero mejor que me ocurrió en esta vida. Y sí que he abogado, de niña, por poder subirme a un árbol si la ocasión lo requería, por ensuciarme la ropa si se terciaba, arrastrándome para tratar de coger una lagartija, por disfrutar con una labor pero también coger una herramienta de mi padre y el rollo de alambre para hacer algún proyecto, de partirme y ensuciarme las uñas buscando en el cajón de los tornillos para arreglar un juguete, por no acomplejarme por no llevar las coletas a la misma altura, por sacarme los estudios entre limpiezas diarias y generales.
Por ello, menuda perplejidad  que  da, que después de haber bostezado varias veces en los largos discursos de mil caracteres llenos de “las y los”, de “jóvenes y jovenas”, “niñas y niños”, “padres y madres”, “profesores y profesoras”,…hablando y hablando sobre actividades de coeducación, igualdad y todo lo demás por lo que, también creo, por supuesto, que hemos de luchar,…pues qué menuda perplejidad que da, que los compañeros y, seamos también actuales, caramba,  algunas compañeras, te llamen señorita cuando ya queda tan lejos el día de tu boda. Qué bien lejos,también, quedan los tiempos en que las maestras eran todas solteras porque las casadas ya no trabajaban para dedicarse a sus labores. Y digo yo, por qué no se designa a ellos, los maestros varones, con señoritos. Ellos, por supuesto, preferirán que se les plante el magnifico don o el respetuoso maestro o profesor, y nadie se detiene nunca a reflexionar sobre lo que el termino “señorita” designa y el machismo que encierra el término. Porque una vez puesto, por qué no decir policías y policíos, telefonistas y telefonistos, economistas y economistos, maquinistas y maquinistos, humoristas y homoristos,… y, para ser aún más correcto, hablar, por ejemplo,  de machistas y machistos, feministas y feministos, izquierdistas e izquierdistos , derechistas y derechistos, …aunque todo esto nos suene a chista, chisto,…,perdón, chiste.
Y que irónicamente simpático me resulta cuando, con fingido cariño,  me corrigen, como si una, pobre, hubiese sobrevivido a la época de los dinosaurios… diga “los niños y las niñas”, Señorita…
Por eso hace años que corrijo a mis alumnos cuando me llaman “señorita”, y a lo más sólo les permito, que, me digan seño, por la fuerza de la costumbre y porque en mi interior lo tomo por el diminutivo de señora. Prefiero que me llamen por mi nombre o que me digan maestra o, en último término, profesora. Porque diga, piense, o hable lo que sea…eso es lo que soy.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Me presento...

Hola a todos. Mi nombre es Mari Carmen. Soy maestra, maestra de escuela, como dice mi madre. Me estreno en Internet tratando de abrir, a través de la red, una pequeña ventana hacia mi aula. No vengo a exponeros teorías pedagógicas, aunque no dudéis que repasando un poco podría, si me guardáis el secreto os diré que fui una alumna aventajada en Magisterio y en pedagogía a lo largo de estos años no se ha inventado mucho nuevo. Tampoco pretendo narraros mi historia pedagógica porque no creo que mi capacidad dé para tanto, ni de componer un poema como haría Makarenko. Solamente me gustaría compartir, si soy capaz de atraparlas, algunas de esas burbujas llenas de magia especial que flotan en el aula de Infantil, Preescolar como reza en mi título o Parvulito, como dirían mis compañeras más veteranas y como felizmente yo misma llame a mis primeros años escolares. “Burbujas”, sí porque se disfrutan segundos, acaso minutos, pero nos atrapan el alma, luego viene lo único  que los otros ven desde fuera…el lío, el desorden, el estrés, incluso el caos… y, ahora, otra burbuja,… y otra que te transporta y te cautiva. No todo el mundo puede apreciarlas. Se trata de sonrisas, sentimientos, miradas de complicidad, fantasía, credibilidad, tolerancia, intimidad, elocuencia, sinceridad, creatividad, pensamientos, …y muchas, pero que muchas, dotes de paciencia. Qué a veces, falta,…pues sí, alguna vez más de las que desearía. Siempre tengo que convencer a mis alumnos de que no vivo en el Cole, que no desaparezco de la faz de la tierra a las dos para volver a aparecer a las nueve del día siguiente. Tengo familia, como todos tienen, inquietudes, preocupaciones, problemas, desvelos, muchas noches en vela a la espalda, aficiones, frustraciones, cansancio,…también muchas alegrías, fuerza, cariño, esperanzas, fe, inquietudes, ilusiones, apoyo…de parte de los míos, mi pequeña pero gran familia, mis amigos más queridos y mis compañeras más cercanas. Un abrazo a todos.